Recuerdo cuando intentaba imitar la sonrisa de Burt Lancaster después de haberle visto con Gary Cooper en Veracruz. Durante muchos días estuve practicando en el patio de atrás. Serpenteando por entre las tomateras. Riendo con todos los dientes al desnudo. Riéndome de esa risa. Alzando el labio superior para descubrir los dientes. Después de practicar esa sonrisa durante unos cuantos días intenté utilizarla ante las chicas de la escuela. Ellas no parecían ni enterarse. Forcé mi interpretación hasta que empezaron a producirse extrañas reacciones entre mis compañeros. Miraban fijamente mis dientes, y asomaba a sus ojos una expresión asustada. Ya no me acordaba de lo feos que eran mis dientes. De que uno de ellos lo tenía podrido, de color pardo y montado encima del diente roto que estaba a su lado. De hecho, había llegado a estar convencido de que era poseedor de una hilera de perfectos y perlados dientes como los de Burt Lancaster. Como no quería asustar a nadie, dejé de reír en cuanto me di cuenta de lo que pasaba. Sólo lo hacía cuando estaba solo. Poco después dejé de hacerlo incluso a solas. Volví a mi cara vacía.
25/4/81
Homestead Valley, Ca.
Sam Shepard | Crónicas de motel, 1982
¡Cuanto tiempo hace que no me acercaba a este libro! Esta tarde, no sé muy bien por qué, me he acordado de él. Inmediatamente he dejado lo que hacía y no me he resistido al impulso de buscarlo entre los estantes. Revisar algunos de sus textos me ha llevado muy lejos. A Granada en 1985. Fue un libro que leí (leímos) y releí (releímos) mucho. Para mí, acostumbrado a los clásicos y a los contemporáneos españoles, era algo totalmente nuevo. Vidas rotas, viejos automóviles, carreteras nocturnas a ningún sitio. Hank Williams y Tammy Wynette. El desierto. Un estilo seco y contundente. Era la época de París, Texas (Wim Wenders,1984). Casi de la mano llegarían los relatos de Raymond Carver y los libros de Richard Ford y Tobias Wolff. Todo el mundo hablaba del realismo sucio. Ahora mismo tengo el libro en mis manos. Mezcla de poemas, descarnados relatos breves y fotografías en un tosco, pero sugerente, blanco y negro. Papel amarillento y de baja calidad. El tacto de otro tiempo. Y la mejor portada de Anagrama que haya visto nunca. ¿Qué lector de libros electrónicos puede ofrecerte esto?
¿Cómo resistirse a relatos que comienzan así?
Perdieron la emisora navajo a unos noventa kilómetros al este de Gallup en la Highway 40. Simplemente, desapareció...
Mi papá tiene una colección de discos metida en cajas de cartón que guarda alineadas junto a la pared de su dormitorio, coleccionando polvo de Nuevo México...
Se lavó la camisa roja en el lavabo. Extendió una toalla del motel en el suelo. Extendió la camisa sobre la toalla. Mientras alisaba las mangas y las cruzaba sobre los faldones de la camisa, pensó en su propia muerte...
Cada vez que oía pasar un avión por encima de nuestras tierras, mi papá tenía la costumbre de pasarse los dedos por la cicatriz de metralla de su nuca...O este otro, tan contundente, que reproduzco íntegro:
Hay una mariposa monarca muerta en la acera de Ozona. La brisa se la lleva de acá para allá. Durante todo el día ha estado estrellándose contra mi parabrisas, dejando salpicaduras rosadas y doradas en el cristal. He visto a una de ellas que caía a plomo desde el cielo y chocaba contra el asfalto de la Highway 10 East. Debe de ser la época del año en la que tienen que morir.Volveré a leerlo alguna vez más.
Buenas noches, Chimista:
ResponderEliminarEsta entrada me ha llevado a buscar el "argumento" correspondiente a la película.
Saludos.
Gracias, Gelu. Tu blog, como ya te comenté alguna vez, me devuelve siempre a mi infancia y a los "argumentos" de películas que guardaba mi padre en una caja de madera. Saludos.
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