viernes, 24 de noviembre de 2023

La vida

 

Contemplar la vida a través de un cristal, desde la ventana alta de una plaza con farola centenaria de hierro forjado. Gentes que pasan. Hojas secas. Una pequeña fuente que te recuerda que no eres más que agua que fluye en un tiempo inmenso, inconcebible. Un árbol con tantos años como tú, con su verde nuevo en primavera que le da sentido a todo, y la dulzura acogedora del amarillo, como en esta mañana de noviembre. Palabras que resuenan en un libro o en una de esas vidas que nunca fueron, o que ya casi ni recuerdas y tienes que inventar. Niños cogidos de la mano. Amigos que charlan. Un motor cansado. Algún tipo solitario que camina sin rumbo. Quizá la vida no sea más que eso.

jueves, 16 de noviembre de 2023

Recuerdo infantil


Noche de invierno. Viento contra los cristales. Un niño, todo oídos, no puede conciliar el sueño. Los rugidos del monstruo llegan hasta su almohada, aunque no es eso lo que le impide dormir, sino la rabia. Malditos dos rombos.

jueves, 9 de noviembre de 2023

Mañana me voy

El punto de partida de este libro es una caminata de varios días por el norte de la provincia de Soria, pero ya desde las primeras líneas queda claro que ofrece mucho más. El narrador pasa con facilidad de la descripción impresionista del paisaje y los pequeños incidentes del camino al análisis de su interior y a la reflexión sobre los temas que le preocupan: la escritura, el yo, las heridas del pasado, la soledad, el ruido de la civilización mal entendida. 

Sus pensamientos van y vienen, como las vueltas del camino o las melodías que silba. Se pregunta si es un escritor que pasea o un paseante que escribe. Es, sin duda, las dos cosas. Escritor en el sentido más literal —«escribidor» le gusta decir a él—, amante de las palabras, enamorado de los localismos y lo terruñero («Siempre he pensado que un topónimo puede ser razón suficiente para emprender un viaje»). Pero también paseante que se deja llevar por el camino sin buscar nada concreto que no sea, probablemente, un espacio para la reflexión y la escritura. 

Junto a ello, encontramos delicadas descripciones: el cielo, el color de los campos, unas ruinas, la torre románica de un pueblo casi deshabitado, la nieve, la corriente plateada de un río, los amaneceres, el fuego al final de la jornada. También momentos de denuncia e indignación (esos aerogeneradores) y tipos humanos curiosos. Y, por supuesto, referencias literarias («Todo viaje es un viaje literario»), entre las que destaca Robert Louis Stevenson.

El narrador, inseguro, implacable consigo mismo, entiende el silencio y la escritura como un modo de curar una herida interior que parece atormentarlo. Perdido el paraíso de la infancia (y algún amor), solo encuentra consuelo en los caminos, los que traza la naturaleza y los de la tinta. Muchas veces nos sentimos identificados con él. 

La lectura es amena. Un libro para amantes de las caminatas, la prosa cuidada y las reflexiones sobre la vida y la escritura. Se lee muy bien con un lápiz al lado. Prosa minimalista iluminada por una linterna.