De todas ellas, hay una por la que siento especial predilección. Es de San Juan de la Cruz, uno de mis poetas favoritos de todos los tiempos. Un poeta inagotable. Y no me llegó directamente, sino a través de otro poeta al que también admiro: José Ángel Valente. En un magnífico artículo titulado «Las condiciones del pájaro solitario» (La piedra y el centro, 1982), Valente, tras reflexionar sobre la auténtica naturaleza de la palabra poética, señala:
Soledad o libertad esencial de la obra, cuya definición mejor acaso fuese predicar de ella las cinco condiciones del pájaro solitario, según las declaró Juan de la Cruz, que deberían los niños aprender de memoria —cantando— en las escuelas: «La primera, que se va a lo más alto; la segunda, que no sufre compañía, aunque sea de su naturaleza; la tercera, que pone el pico al aire; la cuarta, que no tiene determinado color; la quinta, que canta suavemente».De su Cántico espiritual son estos versos memorables:
En soledad vivía,Mejor no se puede decir.
y en soledad ha puesto ya su nido,
y en soledad la guía
a solas su querido,
también en soledad de amor herido.
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