domingo, 7 de agosto de 2011
El poder de las palabras
Nuestras palabras son poderososas. Mucho más de lo que pensamos. Una palabra puede abrirnos un agujero en el corazón o una puerta hacia la felicidad. Somos palabras. Dichas en su momento o a destiempo. Nuestro pensamiento, nuestros sentimientos, están hechos de esa materia volátil y generosa, que se deja moldear con facilidad en cualquier momento. Mientras tomamos un café, cuando leemos en la playa, en una comida familiar o antes de besar a esa chica que nos vuelve locos. Se unen y producen chispas, igual que los labios. Alguien, creo que Lorca, dijo que la poesía no es otra cosa que unir palabras que antes no se habían unido, palabras que no hubiéramos imaginado escribir juntas. Y entonces surge una emoción, una sugerencia, un mundo que llevábamos dentro sin saberlo. La inspiración, si es que existe, debe ser eso. Las palabras duelen o besan. Debemos aprender el difícil arte de dominarlas para no herir a aquellos que amamos o para apartar sutilmente a aquellos que buscan dañarlos. Forman una corriente que arrastra limos de siglos, aunque son siempre nuevas. Nacen en el momento de decirlas y al morir dejan una onda que se expande lenta hasta llegar al centro más profundo. Y entonces estallan. O nos salvan.
Y nunca son inocentes. Celaya, quizá utópico, hablaba de ellas como de un arma cargada de futuro. No sé si de futuro, pero, desde luego, están cargadas de pasado, de Historia, de ideología, de sentidos ocultos, de uso familiar. Gil de Biedma usaba "palabras de familia gastadas tibiamente". Y recuerdo cómo Ángel González reflexionaba en una conferencia, a la que asistí hace ya mucho, sobre el poder de la poesía para transformar la realidad. Quizá no de modo inmediato, como una ley o una guerra, pero sí en tanto que nos hace pensar la vida. Somos otros después de leer un buen poema. Mejores o peores. El Arcipreste de Hita equiparaba su libro a un instrumento musical: sonaría bien o mal según cómo se tocara. Y José Ángel Valente, en un ensayo profundo titulado Las palabras de la tribu, explicaba que tras la voz de cada poeta están ocultas las de todos los anteriores a él. La tradición. Ése también es el poder de las palabras.
A veces nos arrastran y nos hacen decir cosas que no sabíamos que pensábamos. O las arrastramos nosotros y las utilizamos para manejar a nuestro antojo. Las palabras de nuestros padres, que no entendimos en su momento y ahora ya es tarde. O las de nuestros hijos, tan poderosas como la sangre joven que llevan en su interior, deseando dejar sus miedos y comerse el mundo. Escribimos para que nos entiendan. Leemos para conocer la vida. Amamos con palabras heredadas. Buscamos consuelo en las palabras hondas de un poema o en la felicidad inmediata de una canción o en la caricia de unos sonidos susurrados en el oído en una siesta de amor veraniega.
Etiquetas:
El poema
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Amamos con palabras heredadas...
ResponderEliminar(certeras palabras)
Me hace muy bien leer este escrito hoy.
Saludos Chimista!
¿Qué decir? Estoy de acuerdo en todo. Los griegos hablaban del "logos" y apuntaban que lo que no se sabe decir con palabras no constituye un pensamiento, pues el pensamiento es palabra y la palabra forma el concepto mental de la cosa.
ResponderEliminarPreciosa entrada, Chimista.
Un abrazo.
Maravilla de entrada Chimi, hermosas, bellas y certeras palabras.
ResponderEliminarUn abrazo
Un texto precioso y acertado Chimista, a veces me pregunto hasta que punto controlamos las palabras, pues en ocasiones los escritos, los diálogos parecen estructurarse solos y adquieren una dimensión diferentes a la que habíamos pensado.
ResponderEliminarUn abrazo
Solo los silencios son inocentes.
ResponderEliminarTodas las palabras, bien o mal, saben lo que dicen.
Saludos
La poesía como toda expresión artística es expresión, consciente o inconsciente, el mayor desafío que radica consiste en utilizar las palabras, que tan limitads a veces nos resultan para expresar cosas o situaciones inexplicables.
ResponderEliminarCoincido con el poder que tienen o provocan las palabras, pero no tanto como para cambiar la realidad. Escribo, me gusta escribir, es una de mis pasiones pero tengo la certeza de que las acciones son las que cambian o transforman la realidad y no las palabras, pero esta es mi humilde opinión
Le mando un saludo.