Hace una semanas, con motivo de la publicación de El balcón en invierno, entrevistaron en el programa El ojo crítico a su autor, Luis Landero. Allí, preguntado sobre la ya clásica dicotomía vida-literatura (¿Dónde cree que está la vida, en las palabras o en las cosas?), respondió:
Pues no lo sé. ¡Vaya usted a saber! Creo que en los dos sitios. Tenemos dos personajes que son contrarios y complementarios: Simbad y Don Quijote. Simbad primero vive y luego lo cuenta. Es mercader, le ocurren esos siete viajes maravillosos, esas siete aventuras, y luego lo cuenta al final. Primero lo vive y dice: «Ya está bien de vivir, lo vamos a contar». Y Don Quijote es al revés: se educa en una biblioteca y primero lee y dice: «Ya está bien de leer, ahora vamos a vivir, vamos a lanzarnos al camino». Nosotros somos todos un poco Simbad y un poco Don Quijote. Vivimos y luego necesitamos contarlo. El recuerdo y el sueño son formas de narración. Y, a veces, leemos y necesitamos llevar a la vida lo leído.
Simbad y Don Quijote, el Capitán Nemo y Emma Bovary, Baroja y sus hombres de acción. Libros alimentados por la vida alimentada por los libros. Bioy Casares ya lo había dicho de la manera más sencilla y contundente: «Creo que parte de mi amor a la vida se lo debo a mi amor a los libros».
Si te interesa escuchar completa la entrevista con Landero, que no tiene desperdicio, la puedes encontrar en los podcast de RNE. Este enlace te lleva allí directamente. Por cierto, su nueva novela, El balcón en invierno, tiene una pinta excelente. Me falta tiempo para acabar lo que estoy leyendo y ponerme con ella. ¡Cuántos caminos a los que lanzarse!
Buenas reflexiones, pardiez.
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