La memoria nos abre luminosos
corredores de sombra.
Bajamos lentos por su lenta luz
hasta la entrada de la noche.
El rayo de tiniebla.
Descendí hasta su centro,
puse mi planta en un lugar en donde
penetrar no se puede
si se quiere el retorno.
Se oye tan solo una infinita escucha.
Bajé desde mí mismo
hasta tu centro, dios, hasta tu rostro
que nadie puede ver y sólo
en esta cegadora, en esta oscura
explosión de luz se manifiesta.
José Ángel Valente | Fragmentos de un libro futuro, 2000
jueves, 30 de enero de 2014
Corredores de sombra
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Perturbador.
ResponderEliminarSalu2.
Tan perturbador como los laberintos de la memoria o la propia creación poética. Saludos.
EliminarUn libro de cabecera.
ResponderEliminarA mí me parece un libro estremecedor, muy depurado. Quizá no sea el mejor de Valente, pero me gusta mucho. Siempre que lo cojo, acabo dándole un buen repaso. Creo que es el libro en el que más se acerca al Juan Ramón Jiménez último. O, al menos, a mí me lo recuerda. Saludos.
EliminarContundente, me gustó.
ResponderEliminarUn abrazo.
HD
Saludos, Humberto. Me alegra que te gustara.
EliminarEnrojecen las paredes
ResponderEliminarde algunas calles
tapizadas de memoria.
Rubor cómplice
de la ciudad en otoño.
Todavía octubre,
todavía verde en las hojas,
breve savia tardía.
Vanidad de las tardes,
encendidas de rosa y oro,
ebria entrega de su última luz.
Pura atardece la ciudad
llenando de noche
aceras y esquinas.
Blanca vanidad de la luna
que derrama su plata
sobre las sillas apiladas
de un jardín cerrado.
El último fulgor del atardecer que da paso a la noche. Breves instantes mágicos, imagen pura de la belleza que se escapa. Magnífico poema, lleno de imaginería simbolista. Gracias por traerlo aquí. Saludos, Montserrat.
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