sábado, 21 de septiembre de 2013
Recuerdos
Los recuerdos se mueven siempre por territorios difusos, casi fantasmales, a medio camino entre el olvido definitivo y la reconstrucción justificadora. Seremos lo que aún no ha ocurrido, pero somos la acumulación, a veces ruinosa, de lo sucedido. Al igual que un lector se enfrenta a cada novela con el bagaje irrenunciable de todas las ya leídas (el mismo libro es siempre diferente para cada lector), uno entiende el mundo cada día con la experiencia de lo que vivió. Nuestros recuerdos van moldeándose con el transcurso de los días. Con cada decisión del presente reconstruimos de algún modo el pasado, que nunca está quieto: cambia con nosotros, aunque no nos demos cuenta. El pasado real ya no existe. Nuestro pasado, el que de verdad nos importa, es nuevo en cada instante.
¿Qué hay entonces de real en nuestros recuerdos? ¿Eran así el tono de su voz, el brillo de sus ojos o la calidez de sus muslos? ¿Realmente estuve en aquel río? ¿Cómo empezó todo? ¿Fue culpa mía que terminara? ¿Dije realmente eso? Algunos recuerdos levantan un dedo acusador desde el pasado y contra ellos poco podemos hacer. Quizá esperar que se diluyan. Otros, en cambio, nos ofrecen lugares seguros contra la tormenta, como refugios construidos para aliviarnos en tiempos de zozobra. Los necesitamos: somos replicantes que necesitan pasado para saberse vivos.
Montículos de polvo acumulado que dejan entrever unas formas imprecisas que interpretamos a nuestro gusto, complacientes o crueles con nosotros mismos, satisfechos o siempre anhelantes de más. Y, cuando parece que nos acercamos a lo que se oculta debajo, una ráfaga de viento (alguien abrió la ventana) los levanta y vuelta a empezar. El blanco y negro de las fotografías es la argamasa que nos devuelve su realidad. Los recuerdos, como la literatura, nos mienten siempre, pero sus mentiras son piadosas porque pretenden hablarnos de las verdades que importan.
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Pienso en El Gran Pez, y como nos mentimos dulcemente, "piadosamente", y no está mal. De alguna forma hay que seguir... Un abrazo.
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