El poder del arte de la música llegó a ser tan evidente a través de los estudios de los antiguos filósofos, que los pitagóricos acostumbraban a liberarse de los problemas de cada día con ciertas melodías que les producían una gran paz y, del mismo modo, al levantarse, disipaban la pereza producida por el sueño con otras melodías diferentes, porque sabían que toda la estructura del alma y del cuerpo están unidas por la armonía musical.
Boecio | De institutione musica, siglo VI
Repasando un viejo libro de música, me topé el otro día con esta cita de Boecio y al instante pensé en compartirla aquí contigo. No conozco arte más inmediato para transmitir (y conservar) emociones que la música. Quizá sólo la poesía se le puede acercar, aunque de un modo muy diferente. Una canción que nos gusta conforma un mundo propio que hemos ido llenado con cada escucha, siempre diferente, según el momento y la compañía. ¿No te ocurre a ti también que asocias una canción, como una lectura, con un lugar concreto o una ciudad? Escuchar música es emprender un viaje hacia nuestro pasado: visitar viejos amigos y comprobar que su casa sigue tan acogedora, que nada ha cambiado, aunque los días nos hayan convertido en otros y los hayamos tenido un poco abandonados, perdidos en las preocupaciones del día a día. Las canciones nos llevan a tiempos recordados y a tiempos imaginados.
En estos días de vértigo, las noticias aparecen y se esfuman movidas por la mano oculta que llaman actualidad. Siguiendo la vieja costumbre de nuestros padres, ahora que ya vamos teniendo su edad, encendemos la radio nada más abrir los ojos y la actualidad nos ahoga con sus cifras y sus pactos imposibles y sus intereses mezquinos. Apenas podemos tenernos aún en pie y ya nos saludan con un buen puñetazo en la boca del estómago, tan atinado que ni siquiera el aroma del café que nos espera en la cocina es capaz de colocarlo de nuevo en su lugar. Quizá el transistor no sea tan buen invento.
Por eso, no estaría mal seguir el viejo consejo de Boecio y los pitagóricos. Saludar el día con algo de música no puede ser malo. Ya habrá tiempo de que la actualidad se apodere de nosotros. Es implacable. Pero, mientras tanto, podemos, durante unos minutos, ser dueños de nuestro tiempo, aunque sepamos que el intento es sólo una quimera que acabará con la canción. Disipar la pereza del sueño al levantarse, dice Boecio. Suena bien.
Ahora, en este largo atardecer de junio, con cielo azul y castillo de fondo, terminado ya el trabajo, me apetece volver a escuchar tranquilamente esta vieja canción de Gram Parsons y Emmylou Harris, que nos habla de asuntos tan intemporales como esos amores imposibles que sabemos deben acabar. Deseos que arderán por última vez. Dejemos por esta noche que el fuego nos consuma y ya recogeremos mañana las cenizas.
We know it's wrong to let this fire burn between us
We've got to stop this wild desire in you and in me
So, we'll let the flame burn once again until the thrill is gone
Then we'll sweep out the ashes in the morning.
We're two people caught up in the flame that has to die out soon
I didn't mean to start this fire and neither did you
So, tonight when you hold me tight we'll let the fire burn on
And we'll sweep out the ashes in the morning.
Each time when we meet we both agree that it's for the last time
But out of your arms, I'm out of my mindSo, we'll taste the thrill of stolen love tonight until the dawning
And we'll sweep out the ashes in the morning.
We're two people caught up in the flame that has to die out soon
I didn't mean to start this fire and neither did you
So, tonight when you hold me tight we'll let the fire burn on
And we'll sweep out the ashes in the morning.
Yes, we'll taste the thrill of stolen love tonight until the dawning
And we'll sweep out the ashes
We'll sweep out the ashes
We'll sweep out the ashes in the morning.
Ya veremos qué nos cuenta mañana el transistor. Si es que lo dejamos, claro.
Yo siempre recuerdo a Leopardi que decía que a través de la música alcanzamos el infinito. Es un algo inexplicable, no nos cabe en la cabeza el infinito ni siquiera su concepto. Tampoco una canción y sus efectos, perturbadores o catárticos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Una canción estupenda. Los dos discos de estudio que grabó Gram Parsons con Emmylou Harris (especialmente el primero, GP) no tienen desperdicio, son de esos discos que sabes que nunca van a dejar de gustarte.
ResponderEliminarDarío, tu cita de Leopardi me ha recordado la oda de Fray Luis de León a su amigo Francisco Salinas, catedrático de música de la Universidad de Salamanca:
ResponderEliminarEl aire se serena
y viste de hermosura y luz no usada,
Salinas, cuando suena
la música extremada
por vuestra sabia mano gobernada.
A cuyo son divino
mi alma, que en olvido está sumida,
torna a cobrar el tino
y memoria perdida
de su origen primero esclarecida. [...]
Aquí la alma navega
por un mar de dulzura, y, finalmente,
en él ansí se anega,
que ningún accidente
extraño y peregrino oye o siente.
¡Oh desmayo dichoso!
¡Oh muerte que das vida! ¡Oh dulce olvido!
¡Durase en tu resposo,
sin ser restituido
jamás a aqueste bajo y vil sentido!
Si el infinito existe, es verdad que la música, nos acerca a él. Un abrazo.
Gil Pupila, estoy completamente de acuerdo contigo. Lo de Gram Parsons y Emmylou Harris en esos discos es algo prodigioso. Como dices, no tienen desperdicio. Fue un momento mágico que, por desgracia, acabó en tragedia. Pero, ¡qué bien viene escuchar de vez en cuando estas viejas canciones! Un abrazo.
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