Granada
Cada ciudad tiene su música, como tiene su luz o su aroma. Hay ciudades que huelen a tiempo antiguo, a humedad mantenida con los años, a secretos olvidados. Otras huelen a leña y a interior cálido, a historia de amor aún sin terminar. No conozco ciudad más luminosa que Almería, ni con un nublado más sugerente que Santiago. Las tardes de Salamanca dan un inmejorable tono dorado a las fotos. En las plazas de Cádiz se conserva la luz primera que vino del mar. La de Madrid es fría; la de Lisboa, muy cálida.
Con la música ocurre igual. No sé si te has parado a pensarlo, pero cada ciudad tiene sus sonidos, su música que nos permite recordarla en la distancia. Es una música azarosa, nacida de un instante, de una feliz casualidad que queda grabada en nuestra memoria y en la de nadie más: una canción oída en un café, en el momento del amor, de la amistad o de la lectura. Oída paseando por sus calles o nacida del interior de alguna casa, cuyo inquilino ha compartido contigo, sin saberlo, un momento único. Es verdad que hay ciudades silenciosas, que quizá aún no te han ofrecido su canción, pero son tantos los viajeros que tendrás que esperar un poco más. A mí me ocurrió nada más entrar en Canterbury.
Canterbury
Fue como un regalo de bienvenida. Acabábamos de llegar a la ciudad y estábamos nerviosos porque, de algún modo, la ciudad ya formaba parte de nuestros mitos antes de haber pisado sus calles: Chaucer, lo medieval, el Príncipe Negro, la catedral. Pensando en esas cosas estábamos, delante del arco de entrada, cuando nos llegaron unos acordes que identificamos al instante. Nos acercamos y un par de músicos callejeros tocaban delicadamente Till There Was You. La escuchamos en silencio. ¿Te acuerdas? Nunca esa canción me sonó tan bien como entonces. Juraría que aquel músico cantaba mejor que el propio Paul. Desde entonces para mí la ciudad medieval de Canterbury no suena a música medieval, sino a balada de los Beatles. Y ahora, en esta tarde de sábado otoñal, con el castillo casi oculto tras la niebla, escucho esa canción y pienso que queda aquí, en mi cuarto a oscuras, algo de aquel día lejano en Canterbury.
There was love all around
But I never heard it singing
No I never heard it at all
Till there was you
Till there was you.
Había amor alrededor,
pero nunca lo oí cantar.
No, nunca lo oí
hasta que llegaste tú,
hasta que llegaste tú.
Y, pensando en la música y las ciudades, los sentimientos y el tiempo, me ha venido a la memoria este poema de Luis García Montero:
Yo sé
que el tierno amor escoge sus ciudades
y cada pasión toma un domicilio,
un modo diferente de andar por los pasillos
o de apagar las luces.
Y sé
que hay un portal dormido en cada labio,
un ascensor sin números,
una escalera llena de pequeños paréntesis.
Sé que cada ilusión
tiene formas distintas
de inventar corazones o pronunciar los nombres
al coger el teléfono.
Sé que cada esperanza
busca siempre un camino
para tapar su sombra desnuda con las sábanas
cuando va a despertarse.
Y sé
que hay una fecha, un día, detrás de cada calle,
un rencor deseable,
un arrepentimiento, a medias, en el cuerpo.
Yo sé
que el amor tiene letras diferentes
para escribir: me voy, para decir:
regreso de improviso. Cada tiempo de dudas
necesita un paisaje.
Luis García Montero | Diario cómplice | 1987
Madrid
¿A qué suena tu ciudad? ¿Te ha regalado ya alguna canción?
Ufff entre la canción y el poema, que por cierto el otro dia lo puse en el foro, me has dejado sin habla, en estos momentos solo siento.
ResponderEliminarGenial entrada Chimis
Deliciosa la entrada, cómo la he disfrutado...
ResponderEliminarCierto que cada ciudad tiene su tono, sus matices de color, sus sonidos acordes al perfil de su estructura. Es probable que estas apreciaciones sean las que nos hacen humanas las ciudades, las que que nos permiten amarlas u odiarlas, a veces sin ser conscientes de que se nos están colando sutiles metáforas de ellas por el centro del alma.
Un bocado exquisito el poema de Luis García Montero.
Pensaré o, mejor, me dejaré invadir por los sentimientos, para ver qué canción sobrevuela mi ciudad. La puedo asociar a varias, pero seguro que sólo una la identificará en mi corazón.
Te entiendo, te entiendo.. En Venecia, en los soportales de la Plaza de San Marcos, una noche escuché a un tenor callejero, seguramente de vuelta y su zurrón lleno de fracasos; su aria me pareció más hermosa que cualquier canto de Pavaroti. Y es que los lugares evocan situaciones, recuerdos y desvocan la imaginación.
ResponderEliminarTengo un oído desatroso, pero prestaré atención de ahora en adelante...
ResponderEliminarPrecioso Blog. Un saludo :)