Quizá sea un 8 de septiembre. Probablemente, domingo. Tu padre no ha vuelto aún de la jornada de pesca y tus hermanas, impacientes, nerviosas, corretean por la casa y contribuyen, sin saberlo, a esa sana algarabía infantil que tienen todas las mañanas de domingo. Es un domingo cualquiera de finales de verano, aún con calor, pero con un anuncio de cambio en el atardecer de los árboles. Sentada en el sofá, tranquila, haces planes con tu madre. El cole se acerca y quieres tenerlo todo bien preparado, especialmente la nueva cartera. Ella parece oírte atenta, pero piensa en el retraso de su marido, en la moto, en las niñas. Entonces, te asomas al balcón y lo ves llegar a lo lejos. Trae, como siempre, un aire de felicidad. Un instante de silencio. Tus hermanas acuden también al balcón y él os saluda con la mano. Todas corréis escaleras abajo.
Ahora estáis en la calle. El parque está luminoso de globos y bicicletas alquiladas. Al pasar junto a las palomas, te gusta oír el sonido de los cañamones que crujen bajo tus zapatos blancos, los mismos de la comunión, pero que ahora te parecen otros, como de persona mayor. Mientras tus hermanas juegan en los toboganes, tú saboreas ese delicioso polo de limón que acaban de comprarte. Es el que más te gusta, el que siempre te pides. Es casi todo hielo, pero está tan rico y tan frío y su sabor dura tanto y deja la lengua tan amarillita que... Mientras te acercas a la cámara, lo sujetas con cuidado. Debes procurar no mancharte el vestido que llevarás mañana al cole. Has logrado convencer a tu madre. Tus coletas huelen a limón y en tu mirada hay un reflejo como de ficha de parchís.
Han pasado algunos años. Esta tarde llevas una falda blanca y una blusa amarilla. Tus zapatos ya no son de niña, pero lo parecen. Es también verano, aunque no domingo. Detrás de nosotros, los críos juegan en los toboganes. Me sonríes. Nos besamos. Estamos en el mismo parque y algo nos lleva a repetir aquella foto antigua, a jugar con el tiempo. Compramos dos polos de limón y, felices como niños, componemos la escena. Buscamos los detalles y las diferencias. Ahora, sujetas dos polos mientras yo hago la foto. Tus labios saben a limón y en tu mirada hay un intenso reflejo de vida por delante.
Mientras escribo, con las dos fotos sobre la mesa, beso ese beso, como en el poema de Salinas. Beso dos recuerdos. Te beso en mi recuerdo.
Ayer te besé en los labios.
Te besé en los labios. Densos,
rojos. Fue un beso tan corto
que duró más que un relámpago,
que un milagro, más.
El tiempo
después de dártelo
no lo quise para nada
ya, para nada
lo había querido antes.
Se empezó, se acabó en él.
Hoy estoy besando un beso;
estoy solo con mis labios.
Los pongo
no en tu boca, no, ya no
-¿adónde se me ha escapado?-.
Los pongo
en el beso que te di
ayer, en las bocas juntas
del beso que se besaron.
Y dura este beso más
que el silencio, que la luz.
Porque ya no es una carne
ni una boca lo que beso,
que se escapa, que me huye.
No.
Te estoy besando más lejos.
Pedro Salinas | La voz a ti debida | 1933
Oooooh, qué bonita entrada y qué recuerdos de infancia y de mucho más. Aquellos deliciosos polos de limón de hielo, las coletas llenas de pelo bien tupido y largo, que mi madre peinaba con soltura, aquellos veranos de la niñez, el parque y aquellos zapatos blancos, tan limpios, y el vestido, también blanco, fruncido en toda la delantera, idéntico al de mis hermanas y, sobre todo, mi padre haciendo la foto, siempre él en mis recuerdos.
ResponderEliminarQué bien sabían los besos a polo de limón, y qué bien sonaba (y suena) ese poema, y cuántos recuerdos, ¿verdad? Deberían existir las máquinas del tiempo... Gracias por el delicado regalo, bello durmiente.
Jolines qué bonito!!!
ResponderEliminarRecuerdo los polos de limóm que vendían en la churreria de mi pueblo, eran de la marca Frogo, eran redondos y eran sabrosos.
Me ha encantado leerte por muchos motivos.
Un abrazo
Besos de limón, besos de coco, besos... entonces, despues y ahora de cerca o de lejos.
ResponderEliminarUn texto lleno de ternura.
Gracias Chimista, por publicar esta entrada que lleva a instantáneos viajes en el tiempo..., gracias; y eso de besar los besos ya dados, otro ensimismamiento mío, gracias... gracias también por la poesía de Salinas.
ResponderEliminarEsta entrada me ha hecho sentir acompañada.
Un abrazo
Felisa
Me dan envidia tus recuerdos ... y tu forma de contarlos
ResponderEliminarMaría José
"Mientras escribo, con las dos fotos sobre la mesa, beso ese beso"
ResponderEliminargracias por tanta ternura
saludos