miércoles, 18 de agosto de 2010
Jugando con el tiempo
Visitando museos uno encuentra piezas realmente deliciosas. Te paras delante de estos anzuelos, por ejemplo, y te pones a imaginar. ¿Se le daría bien la jornada al anciano aquella tarde? ¿Algún padre enseñaría las artes de la pesca a su hijo con alguno de ellos? ¿Acaso eran de un pescador solitario que pensaba en sus problemas (esos que no se atrevía a contarle aún a nadie) mientras trataba de conseguir la cena para su familia? Seguramente fueron sólo herramientas, utensilios vulgares de la factoría de salazón de pescados instalada en la ensenada de Bolonia. Allí mismo, en el museo de Baelo Claudia, me topé con estas figurillas de terracota del siglo I después de Cristo. Las dos primeras representan a gladiadores; la tercera, era el asa de una lucerna. No pude resistirme a su encanto. Cada vez me gustan más las piezas de los museos que nos hablan del día a día, de la vida cotidiana. Los objetos que han tocado muchas manos y no fueron concebidos como 'obras de arte'. Los que nos han llegado por pura casualidad y nadie pretendió que perduraran.
¿Qué manos los hicieron? ¿Para qué los usaron? ¿No serían simples juguetes? Quizá el asa perteneció a la lucerna de algún pequeño templo o llenó de luces tenebrosas el cuarto de alguna joven enferma.
Estos objetos nos permiten fantasear, poder jugar sin trabas con el tiempo. Sus propias limitaciones artísticas los hacen, en cierto modo, más atractivos. Juguemos hoy a ser herejes con la arqueología. ¿Acaso la figura 15 no guarda cierto parecido con uno de los héroes de nuestra (mi) infancia? Sí, me refiero al sheriff Tiro Loco McGraw, el personaje creado por Hanna-Barbera en 1959, que iba siempre acompañado de su amigo Pepe Trueno.
Y los gladiadores, con sus brazos toscamente articulados, ¿están tan lejos de los madelman (que lo pueden todo)?
O de los clicks de Playmobil, esos maravillosos muñecos que alegraron las navidades de muchos niños desde principios de los setenta.
O, incluso, del astronáuta de Kiev, hallado en una antigua tumba rusa, supuesta prueba de la llegada de extraterrestres a nuestro planeta.
El plástico no durará tanto, pero quizá, dentro de muchos años, alguien encuentre una de nuestras figuras y dirá: "Mira, restos de una antigua civilización perdida, la del plástico". Y sólo fueron juguetes en las manos de un niño. Ése fue su gran valor. Lo demás será arqueología. Como la arqueología de los sentimientos que hacen los investigadores del futuro en El tragaluz, la gran obra de Antonio Bueno Vallejo.
Los pasillos del tiempo, llenos de restos de otras vidas.
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Ostras ¡¡los madelman!! jope como pasan los años
ResponderEliminarMagníficas reflexiones, he disfrutado realmente leyendo, muchas gracias. Leeré suelos pisados, en otro momento, pero ya sólo las dos palabras son una poesía, prometen. un saludo.
ResponderEliminarFelisa
Gracias por haber pasado por la lectora en la ciudad.
ResponderEliminarEsos playmóbiles son espectaculares!
Saludos.
Cómo pasa el tiempo..., pero no somos muy conscientes hasta que te topas con un museo o con juguetitos de "otra época". Qué recuerdos.
ResponderEliminarLo del Tiro Loco me parece increíble. Es igual.
ResponderEliminarLo de los anzuelos antiguos: en la pesca pasa lo mismo que mirando el fuego, las estrellas, el mar. Todas las cosas que ha hecho la especie desde siempre hacen que se anule el tiempo.No falla.
Saludos.
Ángel A. M.