He soñado que era mi padre. Extraña sensación especular. Era él y era yo. Nos acercábamos en silencio, con la mano extendida, sin llegar a tocarnos. Allí estábamos, los dos solos, casi con la misma edad. Un bosque en blanco y negro, recordado quizá de alguna vieja película, nos envolvía. Era de noche.
En los límites del bosque, a un paso de entrar, algo anómalo nos inquietaba, una clave oculta, una insatisfacción apenas marcada por un temblor en las hojas o en la luz, una advertencia que no sabíamos descifrar. No había tristeza, sino un sentimiento más difuso, como una niebla con árboles de fondo que se escapaba hacia lo oscuro.
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