martes, 29 de abril de 2014

Monstruos



Pasó la tarde entre derrumbe de tabiques y amortiguados gritos de operarios, que, ahora lo veía claro, habían alterado el delicado equilibrio de la estancia. Los vecinos empiezan otra obra, se dijo. Nos esperan tiempos tormentosos. Y, como aquel que emprende una causa perdida, se dirigió hacia el giradiscos y quitó, con rabia apenas contenida, el vinilo. Había intentado, sin éxito, envolverse en la atmósfera de otras tardes. Rachmaninov debería haberlo conducirlo una vez más a la isla de los muertos. Ahora era inútil. El golpe seco del martillo había sido más poderoso que sus Bowers & Wilkins. La tarde estaba arruinada.

Con pasos calculados por la costumbre, casi a oscuras, se dirigió hacia el dormitorio. Su mujer leía en la cama. Vivimos rodeados de monstruos, le dijo, mientras colocaba con rigor milimétrico su querido Beowulf encima de la mesita de noche, junto a otras lecturas que formaban parte de los ritos cotidianos. No lo sabes tú bien, le contestó la mujer, que sostenía entre las manos una rara edición de Frankenstein, comprada, quizás, a algún librero de viejo en un tiempo lejano en que ambos habían viajado.

Apagaron la luz y, como todas las noches, sus ronquidos llenaron de lenguas extrañas las sombras de la habitación. Tras las cortinas, algo difuso, que alguna vez les perteneció, reptaba sigiloso por el suelo.

martes, 15 de abril de 2014

Asterión


La memoria es un laberinto. Su única salida, la palabra.