domingo, 28 de febrero de 2010

Las hadas silenciosas de la vida


En aquellos años, los del vinilo, te encantaba encadenar canciones en tu viejo equipo de música. Te tumbabas en la cama, transformada durante el día en sofá, y dejabas pasar las horas jugando a ese tiovivo de sentimientos que te ofrecían tus discos. No eran muchos, pero eso no limitaba en nada la variedad de amores y desamores que podías experimentar en estéreo: ahora me pongo una triste, como la vida misma; ahora, una en colores, como la misma vida. Un juego de sentimientos convertido en un rito formado de pequeños gestos: el orden riguroso en las carpetas de los LP, el cuidado con que sacas los discos de sus bolsas, la visita de algún amigo, un té aromatizado con canela, los descubrimientos musicales de tu hermano, el momento especial en que pones esa canción.


Hoy te propongo un ejercicio parecido: vamos a encadenar canciones. Imagina que te has levantado un poco tristón, quizá desanimado, y buscas la medicina a tus males entre viejos vinilos. Entonces, como por arte de magia, empieza a sonar esto:

Aquellas pequeñas cosas

Uno se cree
que las mató
el tiempo y la ausencia.
Pero su tren
vendió boleto
de ida y vuelta.

Son aquellas pequeñas cosas,
que nos dejó un tiempo de rosas
en un rincón,
en un papel
o en un cajón.

Como un ladrón
te acechan detrás
de la puerta.
Te tienen tan
a su merced
como hojas muertas

que el viento arrastra allá o aquí,
que te sonríen tristes y
nos hacen que
lloremos cuando
nadie nos ve.

Tu cuarto se llena con esa voz cálida que tanto te ha acompañado y que ahora te recuerda, una vez más, que el pasado no se fue del todo, sino que está ahí, escondido en pequeñas cosas que vuelven, como la misma canción que escuchas, que también te tiene siempre a su merced.


Mientras guardas cuidadosamente el disco en su carpeta, te has acordado de esa jovencita rubia, tan guapa, que, llena de inocencia, cantaba con palabras luminosas la alegría de vivir, como un arco iris de felicidad, que te convence ahora de que eso de mirar atrás está muy bien de vez en cuando, pero que  tampoco hay que pasarse, que queda mucho por andar:



El baúl de los recuerdos

Qué poco significan las palabras
si cuando sopla el viento se las lleva tras él.
Y quedan solamente los recuerdos,
promesas que volaron y no pueden volver.

Vive siempre con ilusión
si cada día tiene diferente color.
Porque todo llega a su fin
después de un dia triste nace otro feliz

Buscando en el baúl de los recuerdos
cualquier tiempo pasado nos parece mejor.
Volver la vista atrás es bueno a veces.
Mirar hacia delante es vivir sin temor.

Los recuerdos son el pasado,
cuando queda tanto por andar...

Buscando en el baúl de los recuerdos
cualquier tiempo pasado nos parece mejor.
Volver la vista atrás es bueno a veces.
Mirar hacia adelante es vivir sin temor

Si cada día tiene diferente color.
Después de un día triste nace otro mejor.

Buscando en el baúl de los recuerdos
cualquier tiempo pasado nos parece mejor.
Volver la vista atrás es bueno a veces.
Mirar hacia delante es vivir sin temor.

Si cada día tiene diferente color.
Después de un día triste nace otro mejor.

Vive siempre con ilusión
si cada día tiene diferente color.
Porque todo llega a su fin
después de un día triste nace otro feliz.
Vive siempre con ilusión
si cada día tiene diferente color.

No conozco arte con más poder de evocación que la música: una canción te abre las puertas de otro tiempo, incluso aunque no lo hayas vivido. Por cierto, qué hermoso título tiene la canción: El baúl de los recuerdos. Y qué bien la canta Karina.


Mucho antes, Jorge Manrique nos había advertido, con un tono y una intención muy distintos, de los peligros de la mirada nostálgica al pasado:

cuán presto se va el plazer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parescer,
cualquiere tiempo passado
fue mejor.

La poesía tampoco se queda atrás en su capacidad para sugerir, para decir más de lo que dice. Mientras limpias el próximo vinilo, que tiene un poco de 'pizcoteo' de tan usado, te acuerdas de un poema de Antonio Machado que te encanta. No es de los más conocidos de Soledades, galerías y otros poemas, pero sí de los más sugerentes:

Y nada importa ya que el vino de oro
rebose de tu copa cristalina,
o el agrio zumo enturbie el puro vaso...

Tú sabes las secretas galerías
del alma, los caminos de los sueños,
y la tarde tranquila
donde van a morir... Allí te aguardan
las hadas silenciosas de la vida,
y hacia un jardín de eterna primavera
te llevarán un día.

Las secretas galerías del alma. Los caminos de los sueños. Las hadas silenciosas de la vida que nos llevarán algún día a un jardín de eterna primavera. No importa lo bueno o lo malo del pasado porque hemos descubierto el secreto de la vida (o de la muerte).


Ahora ya sabes con qué vas a acabar. Los caminos de los sueños te han conducido a todo un clásico de aquellos días tuyos del vinilo, puesto una y mil veces bajo la aguja, una canción que nunca te cansarás de oír:

The Long and Winding Road

The long and winding road
That leads to your door
Will never disappear
I´ve seen that road before
It always leads me here
Lead me to your door

The wild and windy night
That the rain washed away
Has left a pool of tears
Crying for the day
Why leave me standing here
Let me know the way

Many times I´ve been alone
and many times I´ve cried
Any way you´ll never know
The many ways I´ve tried

But still they lead me back
To the long winding road
You left me standing here
A long long time ago
Don´t leave me waiting here
Lead me to your door

But still they lead me back
To the long winding road
You left me standing here
A long long time ago
Don´t leave me waiting here
Lead me to your door.

Que en español viene a decir, poco más o menos, esto:

El largo y tortuoso camino
que conduce a tu puerta
nunca desaparecerá.
Ya he visto ese camino antes:
siempre me trae aquí,
me conduce a tu puerta.

La noche de viento y tormenta
que la lluvia se llevó
ha dejado un charco de lágrimas
llorando por el día.
¿Por qué me dejas plantado aquí?
Muéstrame el camino.

Muchas veces he estado solo
y muchas veces he llorado.
De cualquier forma tú nunca sabrás
la cantidad de caminos que he intentado tomar.

Pero, a pesar de todo, ellos me devuelven
al largo y tortuoso camino.
Tú me dejaste plantado aquí
hace mucho, mucho tiempo.
No me dejes aquí esperando,
llévame a tu puerta.

Pero, a pesar de todo, me devuelven
al largo y tortuoso camino.
Tú me dejaste plantado aquí
hace mucho, mucho tiempo.
No me dejes aquí esperando,
llévame a tu puerta.


Los largos y tortuosos caminos que conducen a tu puerta. Los mismos que Juan Ramón Jiménez está seguro de poder sortear para llegar hasta el amor:

Los caminos de la tarde
se hacen uno, con la noche.
Por él he de ir a ti,
amor que tanto te escondes.
     
Por él he de ir a ti,
como la luz de los montes,
como la brisa del mar,
como el olor de las flores.


Y los mismos que, varios siglos antes, en el XVI, San Juan de la Cruz nos presenta en su Cántico espiritual. La amada se queja de su soledad (adolezco, peno y muero) y de la crueldad del amado que la ha dejado herida de amor y ha huido. Pero ella está dispuesta a buscarlo, pese a lo difícil del camino:

Buscando mis amores
iré por esos montes y riberas
ni cogeré las flores,
ni temeré las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras.


Música y poesía. Por cierto, estos dos poemas los musicó y cantó magistralmente Amancio Prada.

Ahora las canciones las encadeno en el PC y, aunque no es lo mismo, hace su apaño.  Eso sí, me encanta que otros lo hagan por mí y para eso está Radio 3.  Abajo te dejo pistas de algunos de mis programas favoritos. Puedes escucharlos en vivo o descargarlos en el podcast de Radio Nacional de España.


Flor de pasión | Voces con swim | Melodías pizarras
Radio Nacional de España | Podcast
Joan Manuel Serrat | Aquellas pequeñas cosas| audio | vídeo
Karina | El baúl de los recuerdos | audio | vídeo
The Beatles | The Long and Winding Road | audio | vídeo
Pintura | A Field of Green Corn, de William Davis
Pintura | Spring | Windflowers,  de John William Waterhouse

domingo, 14 de febrero de 2010

Fábula del tiempo


Las ruinas ejercen sobre nosotros una atracción singular. Bien lo supieron ver los románticos, que levantaron en torno a ellas una compleja simbología moral que todavía hoy perdura. Lo ruinoso, lo decadente, lo que fue y ya no es, conforman toda una estética de culto por lo viejo que se suele asociar a lo misterioso. Existieron civilizaciones esplendorosas que sólo conocemos por sus ruinas. Y nuestros ojos se han acostumbrado a que sea así. ¿Cómo sería la Venus de Milo completa? ¿Y la Dama de Elche en colores? ¿Podemos imaginar unas pirámides lisas y geométricamente perfectas? ¿Cómo le quedaría la nariz a la Esfinge? ¿Nos gustarían más el Coliseo y el Foro si estuvieran recién construidos?



El poeta, anticuario y arqueólogo sevillano del siglo XVII Rodrigo Caro vio así los estragos del tiempo en su Canción a las ruinas de Itálica:

Este despedazado anfiteatro,
impio honor de los dioses, cuya afrenta
renueva el amarillo jaramago,
ya reducido a trágico teatro,
¡oh fábula del tiempo!, representa
cuánta fue su grandeza y es su estrago.

Y bastantes años antes, en el siglo XV, Jorge Manrique se preguntaba, en unos versos cargados de nostalgia y vida, por la corte de Juan II, con sus bailes, sus lujos palaciegos, sus músicas y sus amores que imaginaban eternos:

¿Qué se hizieron las damas,
sus tocados e vestidos,
sus olores?
¿Qué se hizieron las llamas
de los fuegos encendidos
d'amadores?
¿Qué se hizo aquel trovar,
las músicas acordadas
que tañían?
¿Qué se hizo aquel dançar,
aquellas ropas chapadas
que traían?


La ciudad que habitaron nuestros padres no es ya nuestra ciudad, aunque está en ella. Si alzamos la vista mientras paseamos, podemos encontrar restos de lo que fue. Las ciudades están siempre en transición, se transforman con el ritmo de las generaciones y guardan, quizá como advertencia para sus futuros habitantes, símbolos de lo que fueron. Los hay en cada esquina: edificios que fueron singulares, antiguos carteles publicitarios de productos que ya no existen, rejas que cierran algún misterioso balcón, una tienda antigua de eso que entonces se llamaba ultramarinos, puertas astilladas, bisagras y remaches. Me gusta que las ciudades tengan memoria y los conserven, aunque me temo que el mejor de sus destinos sean los hermosos libros de fotografías en blanco y negro.


Hace unos meses tomé la fotografía de abajo en el viejo Estadio de la Victoria, ya demolido. Fue el escenario de algunas de las ilusiones (y desilusiones) dominicales de mi padre, que disfrutó con su equipo en Primera División. La foto de arriba siempre la conservó como un tesoro. También fue el escenario de muchos domingos de mi infancia. Fueron tiempos menos míticos, pero todavía resuenan de vez en cuando en mis oídos nombres de jugadores de la época, asociados a su imagen en las caricaturas de Vica: Monterde, Machado, Zubitur, los hermanos Huertas, Morera, Lacalle. Tiempos de irse pronto al estadio para no quedarte sin la Hoja Deportiva. En la foto aún se ven los restos del marcador simultáneo y de una de las porterías. ¡Cuántas gargantas gritaron al unísono en aquellas tardes!


Las ciudades cambian como nosotros cambiamos. Creemos que lo más sólido, las calles y las plazas, siempre ha estado ahí y ahí seguirá, pero no es así. Nuestros abuelos, de niños, jugaron en plazas que ya no existen y los hijos de nuestros nietos se besarán en otras que ahora no podemos ni imaginar. Me he acordado muchas veces de un anuncio que veía de niño a la entrada del pueblo. Anunciaba algo que para mí era todo un misterio: Nitrato de Chile. Nunca lo entendí, pero era el símbolo más claro de que estaba de vuelta en casa tras un largo viaje. Luego he sabido que eran muchos los pueblos que tenían anuncios como ése.


¿Cuántos años separan los números de teléfono de este cartel gaditano de los de nuestros móviles actuales? Quizá no tantos como creemos, aunque sus tiempos sean tan distintos.


El tiempo que todo lo arrasa, según dicen. Quizá también muchos sentimientos. En el siglo XV Manrique se preguntaba por el destino de los fuegos encendidos de amadores. En 1960 Carole King y Gerry Goffin compusieron Will You Still Love Me Tomorrow?, una de esas canciones que te hacen sentir nostalgia de un tiempo que no has vivido.


El amante se pregunta, temeroso, por la duración del amor: ¿será un tesoro duradero o el placer de un instante? ¿Me amarás todavía mañana? Abajo te dejo la letra y la versión en directo de The Shirelles, uno de los mejores grupos de chicas de la época.

Tonight you're mine completely
You give your love so sweetly
Tonight the light of love is in your eyes
But will you love me tomorrow?

Is this a lasting treasure
Or just a moment's pleasure?
Can I believe the magic of your sighs?
Will you still love me tomorrow?

Tonight with words unspoken
You say that I'm the only one,
But will my heart be broken
When the night meets the morning sun?

I'd like to know that your love
Is love I can be sure of
So tell me now and I won't ask again.
Will you still love me tomorrow?




En español podría quedar, más o menos, así:

Esta noche eres totalmente mía.
Das tu amor tan dulcemente...
Esta noche el amor ilumina tus ojos,
pero, ¿me querrás igual mañana?

¿Es esto un tesoro duradero
o sólo el placer de un instante?
¿Puedo fiarme de la magia de tus suspiros?
¿Me querrás todavía mañana?

Esta noche, con palabras calladas,
me dices que soy el único,
pero ¿me destrozarás el corazón
cuando la noche encuentre la luz del amanecer?

Me gustaría creer que tu amor
es un amor en el que confiar.
Así que dímelo ahora y no preguntaré más:
¿me querrás todavía mañana?


Vídeo | Will You Still Love Me Tomorrow? (The Shirelles)
Pintura | The Chapel, de John William Inchbold

miércoles, 10 de febrero de 2010

Explicar la vida


Leo en Revista de Libros un interesante artículo titulado ¿Para qué sirve la literatura? y, ante esta pregunta sin respuesta o con demasiadas respuestas posibles, me viene a la memoria de inmediato El juego de hacer versos, un poema de Jaime Gil de Biedma que me apetece compartir hoy contigo.

Dice así:
El juego de hacer versos
-que no es un juego- es algo
parecido en principio
al placer solitario.

Con la primera muda,
en los años nostálgicos
de nuestra adolescencia,
a escribir empezamos.

Y son nuestros poemas
del todo imaginarios
-demasiado inexpertos
ni siquiera plagiamos-

porque la Poesía
es un ángel abstracto
y, como todos ellos,
predispuesto a halagarnos.

El arte es otra cosa
distinta. El resultado
de mucha vocación
y un poco de trabajo.

Aprender a pensar
en renglones contados
-y no en los sentimientos
con que nos exaltábamos-,

tratar con el idioma
como si fuera mágico
es un buen ejercicio
que llega a emborracharnos.

Luego está el instrumento
en su punto afinado:
la mejor poesía
es el Verbo hecho tango.

Y los poemas son
un modo que adoptamos
para que nos entiendan
y que nos entendamos.

Lo que importa explicar
es la vida, los rasgos
de su filantropía,
las noches de sus sábados.

La manera que tiene
sobre todo en verano
de ser un paraíso.
Aunque, de cuando en cuando,

si alguna de esas noches
que las carga el diablo
uno piensa en la historia
de estos últimos años,

si piensa en esta vida
que nos hace pedazos
de madera podrida,
perdida en un naufragio,

la conciencia le pesa
-por estar intentando
persuadirse en secreto
de que aún es honrado.

El juego de hacer versos,
que no es un juego, es algo
que acaba pareciéndose
al vicio solitario.

La poesía (la novela, el cómic, la música, el cine) como manera de explicar la vida, de entendernos y de que nos entiendan. No conozco definición más sencilla y más ambiciosa de lo literario, de la lectura y la escritura. Para eso sirve la literatura. Por eso, entre otros muchas cosas, a algunos nos gusta tanto leer. ¿No te parece?



Ilustraciones | Adrian Tomine